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martes, 13 de enero de 2015

Catalina y Alejandro - Capitulo 19


-Años han pasado, no crees Santelices- me mira avergonzado.
-Mi querida hija
-Querida?- le digo mientras camino alrededor de su cama en la que está acostado -No fue lo mismo que me dijiste, antes de que yo me fuera, perdón antes que tu mujer me echara de la casa.
-Yo no supe eso, no te hubiera dejado ir.- Claro, ya ni se acuerda porque me fui, que desgraciado. -Parece que los años te han dado amnesia, yo no fui porque "mamá"- y coloco mis dedos haciendo comillas- me haya echado sino porque usted Don Luis me maltrataba física y psicológicamente, no se acuerda ahora.
-No sigas por favor.
-Eso mismo le pedía yo y usted nunca se detuvo, siguió golpeándome una y otra vez.
-Te lo suplico Catalina, no sigas, no ves que estoy enfermo?
-Me importa una mierda su enfermedad, usted insistió que viniera, mientras yo estaba tranquila en Boston, trabajando, y que cree, que me quedaré callada?, no señor, no esta vez, eh sufrido mucho por culpa suya. Me golpeo, mato a mi abuelo, me quito la casa de él en Nueva York, y sin importar me...
-No sigas, yo no te mande a llamar por eso- me grita en mi cara.
-Claro que no lo haría, es por sus empresas, no soy estúpida, ahora me necesita, porque sabe que tengo contactos y que soy abogada.


-Yo...
-Usted es un poco hombre señor, un miserable, un...
-No le hables así a tu padre- me grita desde la puerta Sofía Morga.
-Qué bueno que estés acá "madre", así sabrás la verdadera razón porque nunca volví, aún cuando mi abuelo falleció.- Miro a Santelices, por primera vez tengo el sartén por el mango, y su mirada es suplicante. No daré tregua, no tengo porque callarme, no esta vez. Le sonrió, si, con maldad porque lo tengo en mi corazón es rabia, odio y venganza.
-Señora Morga, le suplico que se retire- Es Alejandro, ¿Qué estás haciendo?, yo quiero desenmascarar a este desgraciado, y Sofía se va. NOOO, no se puede ir, yo tengo que decirle, pero no puedo reaccionar, se cierra la puerta, y voy a la puerta para abrirla, pero...
-Catalina, yo sé muy bien que tú no quieres estar aquí, pero es necesario. Mi padre antes de morir hizo un testamento, en el cual te dejo como heredera absoluta- giro para mírale directamente a los ojos, no sólo me desgracio la vida sino también me robo, lo que por ley me correspondía -de todas las propiedades, incluyendo esta casa, de sus empresas, sé que hice mal al despojarte de todo lo que correspondía, lo sé, y ahora es una bola de nieve que creció, y que ya no puedo hacer nada, estoy atado de manos, porque Hugo Ossandón, él que se supone era mi amigo, me ha quitado las empresas, y sabe que no puedo ir a juicio por ello, porque saldrá a luz que le eh robado a mi propia hija, es por eso que te eh mandado a llamar.
-O sea, me has mandado a llamar para salvarte el pellejo, sin contar que cuando tome posesión de ellas, no te lo agradeceré ni menos te daré algo a cambio, mientras yo me las ingeniaba para sobrevivir tú te dabas la vida de millonario a costilla de mí- le miro con desprecio.
-Lo sé, no tienes nada que darme, sólo te pido que me dejes vivir en esta casa hasta que la muerte llegue a buscarme.
-No puedes ser tan poca cosa, ya ni honor te queda, obviamente no te daré nada ni un centavo, pero sí te puedes quedar en esta casa con una condición.
-La que quieras.
-Dile a mi madre lo que me hiciste esa noche horrorosa.
-Pero Catalina.
-Catalina NADA!, le dices o sino no vives aquí, y ten por seguro que cuando te saque de la casa, le cuento a mi madre, y a todos los periódicos- no creo que sea tan valiente para ello, pero es hora de cobrarme una a una las atrocidades que viví, por culpa de quienes debían protegerme.
-Entiendo, lo haré, pero no ahora.
-Claro que lo harás, hoy, escúchame bien Luis Santelices- le digo acercándome a su rostro -Yo no soy la niñita de la quien desgraciaste la vida, la que guardo silencio por vergüenza, NO. Ahora yo sé muy bien lo que valgo, y si tu no hablas hoy con mi madre, te irás mañana a primera hora donde quieras, menos a una de las propiedades mías, y todo el mundo sabrá quien eres, nadie te dará una mano sólo te escupirán en la cara.- Su respiración se agita, me teme, agacha su cabeza.
-Acepto, hoy le diré.
-Bien- me recompongo y comienzo a irme a la entrada.
-Catalina, espera.- me detengo
-Para enfrentar a Ossandón, necesitas algo.
-¿Qué cosa?
-El testamento- tiene razón
-Dámelo- comienza a buscar en una mesita que tiene a su lado y saca una carpeta vieja de color amarillo, me la da, la reviso y ahí está. -Ahora me voy, que tengas un buen día "papá"- esa última palabra fue dicha con todo el desprecio del mundo.
Abro la puerta de su habitación, y ahí está Alejandro esperándome.
-¿Cómo estás?- le doy una bofetada, ni siquiera la esquivo, me está mirando perplejo, no lo entiende. -¿Qué mierda te pasa?- me sujeta los hombros, me liberó, y le miró con rabia.
-Eres estúpido o te haces?, se supone que me ibas apoyar, en el minuto que le iba a decir toda la verdad a mi madre tú no me has dejado, se suponía que tú ibas a limpiar el camino, tuve que presentarme yo sola, no soy idiota Alejandro tengo años de experiencia y tú escondes algo, por qué querías traerme tan pronto, por qué querías que hablara con mi padre ya, y por qué mierda nunca me dijiste nada de Carmen- no me dice nada, ya es hora me marcho.
Quiero salir de esta casa, me estoy ahogando. Cuando ya estoy llegando a la salida busco mis llaves, aprieto el botón y mi auto se abre, me subo en él, veo a Alejandro por el espejo retrovisor, y va en busca de su motocicleta, cuando estoy llegando a la salida las rejas están abiertas de par en par, hay una camioneta negra, una suburban, conecto música, y gracias a Dios es Yandel, moviendo caderas, a la velocidad que voy me relaja. Veo un agua y me detengo, necesito respirar. Ha sido mucho, me saco el arma y dejo el testamento en la guantera del auto. Me bajo con la música de fondo, me saco la chaqueta la tiro al capó de auto, muevo mi cuello para destensarlo.

Escucho un motor a lo lejos, que se va deteniendo, unas manos me sorprenden en mi abdomen y unos besos ya conocidos en mi cuello, se me erizan los pelos y mi corazón se encoje, es Alejandro. Me gira, me obliga a mirarlo, me besa con urgencia, no sé cuanto tiempo estamos así, sus manos me recorren, su pantalón se enancha, me quiere, me necesita.
-Entiendo tu bofetada, vale, pero me dolió.
-Esa era la cosa que te doliera- me libero de su abrazo, y él vuelve a sujetarme
-Vámonos
-Tú moto?
-Se encargarán de ella
-No sé, quiero estar sola.
-Vamos Catalina, en este momento no debes estarlo, vamos dame las llaves, tienes que estar tranquila.

Después de unos minutos acepto, le doy las llaves de mi camaro, y me dejo guiar por él, vez primera, bajo la guardia, si hubiera sabido lo que vendría en unos meses más les prometo que le hubiese matado con el arma que llevaba ahí.
Pasamos por lagunas, árboles, y mucho camino de tierra.
-Vamos a una cabañita, que tengo cuando me vine a vivir aquí- Sólo quería escapar, si que ir a una cabaña genial. Empecé a dormitar.
Siento unos besos y abro los ojos.
-Vamos dormilona- veo a mi alrededor, hay árboles, y al frente hay una cabaña, de dos pisos, es como esas casitas de cuento, escondidas en el bosque. Salgo del auto, Alejandro me ayuda a bajar, él sólo sonreía, abre la puerta de la cabaña, y entro en ella, al final de la cabaña hay una ventana gigante, la que es una especie de puerta, corrí a ella y la abrí el patio era aún más sorprendente tenía un lago a unos tres o cuatro kilómetros, fascinante, no alcanzo a dar un paso hacia afuera y unas manos gigantes me atrapan.
-A dónde crees que vas?
-Al lago
-No- se ríe -por ahora no, primero me tienes que pagar una bofetada, el no contestarme el celular desde que llegaste, el no decirme de tu auto nuevo y, lo de estúpido, porque te oí.
-Lo de la bofetada te lo merecías- le digo mientras me giro para verle a los ojos -porque me dejaste sola, lo del auto, es problema mío, no crees?. Y lo de estúpido, porque no me dejaste subirme a la moto, y lo celular, bueno se me olvido.
-Nada de que se me olvido, ahora me las pagaras- me dice con una sonrisa malévola, me toma en brazos y me sube a su hombro, no sabía qué hacer, esto es nuevo para mí, no sabía si patalear o quedar tranquila. Opte por luchar, Alejandro comenzó a subir por las escaleras, mientras veía cada escalón yo pataleaba y le pegaba en la espalda. -Quédate tranquila, o si no haré que te quedes tranquila- eso fue una inyección de adrenalina, quería saber "cómo me iba a dejar tranquila", y seguí, me llego una nalgada en medio de mis nalgas, la primera sensación fue de humillación, pero luego sentí como la excitación subía, seguí luchando, y siento como mi cuerpo cae encima de la cama, me mira con lujuria. -Te gusta pelear conmigo- yo me reía y giraba mi cabeza de izquierda a derecha una y otra vez.
-Cómo se te ocurre, eso jamás.
-Si me imagino- se comenzó a sacar la polera y me dejo su torso desnudo, y yo la muy boba le miraba, me sujeto una de mis manos y la ato a la cama, cuando me di cuenta ya era muy tarde, me había atado la otra. -Que pena, se tendremos que romper esta ropa- y me miraba con maldad, lo sé, esa era maldad, se estaba vengando de mí.
-Pobre de ti que lo hagas, porque después me tocara a mí,
-Pero eso si es que lo logras.
-Hagamos un trato me sueltas, me la saco y luego me atas.
-No lo sé después, huyes?
-Que crees?, que no tengo palabra como otro?
-Hey!, eso dolió
-Entonces suéltame
-Eres abogada, no soy tonto, ellos siempre hacen que alguien inocente quede como culpable- le miro con cara de poco amigos, me suelta una mano, y me saca la mitad de la ropa, y hace el mismo procedimiento con el otro brazo, me deja atada.
Mis senos están al aire y su boca los chupa con fuerza, siento un dolor y placer en mi entre pierna, me gusta esa mezcla, me besa con el cuello entre mis senos, mi abdomen.
Me saca mis pantalones y me deja con mi tanga, me mira mi ropa interior, y comienza a besar mis piernas. Le quería con urgencia dentro mío, ya no aguantaba más.
-Por favor Alejandro.
-Por favor ¿Qué?- me está sonriendo
-Te quiero
-Yo también- y siguió con su juego y cuando creí que no podía más, le siento dentro mío, me golpea con rapidez y yo me comienzo agitar, una electricidad me esta recorriendo desde dentro de mi útero hasta mi boca en la que expulso un grito lleno de placer.
Y así estuvimos por un buen tiempo, me dejo descansar un momento.
-Cómo ha estado tu castigo?- me pregunta, le miro y sonrió
-Excelente- me besa en los labios.
-Iré por un jugo- y yo aún amarrada a la cama.
-Pero suéltame
-No, un segundo.


No sé que fue, pero me despierto en una cama descansada y un jugo de naranja en el velador que estaba al lado mío, la cortina de la habitación flotaba, el aire me hizo sentir bien. Comencé a estirarme en la cama y veo llegar a Alejandro con un sonrisa que amo.
-Cómo estás?
-Después de todo... feliz
-Qué bueno. Tómate el jugo- me estiro y tomo el vaso, y tomo un sorbo, esta exquisito, en su justa medida de acidez y dulzor.
-Puedes vestirte y mirar el lago.
Me tomo todo el resto del jugo, y me visto con mi ropa, pero primero me lanzo a la ducha.
Cuando ya estoy lista, Alejandro me está esperando cerca del lago.
-Te gusta el lugar.
-Me encanta- nos besamos. Nos abrazamos al caminar para llegar al lago, y mientras caminamos nos seguimos besándonos.
-Catalina, qué paso con Santelices?
-Mmmm...- tomo un poco de aire -estaba feliz sabes?
-Vamos cuéntame?
-Vale, te cuento. Santelices, asume todo, soy heredera de todo lo que me dejo mi abuelo, de sus empresas y bienes raíces. Por lo cual comprendo que los Ossandón sabían de esto, y por ello se fueron quedando con el poder de la empresa, y es por eso que me necesita, para que les tape la boca, lo saque a patadas y me haga cargo de ellas. Por consiguiente la casa en la que está viviendo Santelices, es mía, si no le dice hoy a Sofía todo lo que paso él se va de ella, y le destruyo toda su vida.
-Ya veo, y qué vas hacer?

-Esperar un día para saber que hará Santelices, luego ir a ver a Hugo Ossandón y decirle en su cara que yo soy la dueña.

miércoles, 7 de enero de 2015

Catalina y Alejandro - Capitulo 18


Tengo unas ojeras horrorosas, no dormí en toda la noche pensando en cómo llegaría, en qué le diría, Dios parezco una niñita asustada. Y si, lo estoy. Alejandro ha llamado constantemente, ha sido fundamental su apoyo, no lo eh visto pero sólo su voz me tranquiliza, y es raro, que sólo su voz logre ese efecto en mí, me encanta.
Comienza a vibrar mi teléfono, pero antes de contestar veo la hora, son las seis y media de la mañana, veo su foto y esa sonrisa que me vuelve boba. Contesto.

-Nena, sé que es muy temprano- Disculpándose, si supiera que no eh dormido nada.
-No te preocupes.
-Vale!, a qué hora quieres que te vaya a buscar?
-No, yo iré
-Cómo, no tienes vehículo.
-Pero existen los taxis- esto me causa gracia, ya salió Catalina malévola, Alejandro no sabe nada de mi camaro. -Tranqui, llegaré, a las 7 de la tarde
-¿¡QUÉ!?, tú estás loca- me grito!!!!
-Qué te pasa?, por qué tan apurado?- no me gusta que me obliguen
-No nena, es habíamos quedado a primera hora.
-Alejandro, escúchame bien, yo tengo mucho miedo a enfrentarme a todo de lo que hui por años. No es así de fácil que me digas a primera hora, y yo esté a pies juntos donde me digas, que seas mi pareja no te da derecho a elegir qué hacer con mi vida, porque yo llevo años manejando mi propia vida, entiendes?
-Amor, tranquila, no quería que te enojaras, sólo que al igual que tú yo estoy nervioso.
-Bueno, llego a las diez, sola, entendido, espérame en las rejas.
-Ok, son de color negro.
-Un cambio, cuando me fui eran doradas.

Me levanto de mi cama, me visto de negro, porque hoy será un día muy negro para mí. Me maquillo, casi nunca lo hago, pero esta vez me enfrentaré a mis miedos y necesito llevar una máscara, el maquillaje me impedirá derramar una lágrima. Encima de mi cama la encuentro, tranquila esperando que me la lleve, la tomo entre mis manos, la descargo y me doy cuenta que tiene una bala atravesada la retiro con cuidado y cae encima de mí cama, tomo las municiones y relleno el cargador, ahora la ajusto en el cinturón de mi pantalón, y las municiones sobrantes las guardo en otro cargador que mantenía mi abuelo, el cual lo guardo en mi chaqueta. Uno nunca sabe lo que podría pasar, si hoy salen las cosas mal, dirán que pelee hasta el último minuto de mi vida.
-Ya te vas?- es Kate, me dice desde el umbral de mi habitación.
-Si- le digo sin mirarle a los ojos.
-Catalina, no quieres que vayas?
-No, quiero que te quedes con Carmen- esta vez le miro directamente a los ojos, es una orden y ella asiente con la cabeza.
Le doy un beso y salgo rápidamente de mi habitación, bajo por las escaleras, mientras bajo las escaleras reviso mis bolsillos, y llevo mi celular, las llaves del auto, mis papeles y la taurus.
-Niña Catalina- miro hacia mí derecha, es Carmen- No es necesario que vaya.
-Carmen, lo es, si mi abuelo me dejo algo, lo reclamaré, porque sé que eso le gustaría.
-Ten cuidado.
-Sí, mi linda y hermosa Carmen. Te amo. Para mí tú deberías haber sido mi madre, no Sofía Morga.- Carmen sólo comienza a llorar.
Voy en busca de mi camaro, me siento en él, y saco el arma, quiero verla, hace mucho que no la tenía en mis manos.

-Catalina, ya tienes, diez y siete años, está es mi arma. Una Taurus PT 99, brasileña, debes tener cuidado, es semiautomática. No quiero que mates a alguien sólo que te defiendas con ella.
-Entiendo abuelo- Mi abuelo me sonríe.


Recuerdos esas palabras, él me enseño a disparar, no para matar sino para defenderme y eso haré ahora. Doy contacto y ruge el motor, es muy distinto a mi V16, es más suave, presiono el embriague y coloco primera dándole marcha a mi vehículo, y avanza con una suavidad que nunca había experimentado en un auto, ayer no me preocupe de ello, solo de la velocidad, coloco el GPS la dirección de la hacienda "Santi" y me la da.
Me da lo mismo la velocidad excesiva en la que voy conduciendo, esta vez no escucho música, no quiero amansar las fieras que llevo dentro mío.
Ahí esta, tal como había dicho Alejandro, esperándome, delante de unas rejas altas en la que está inscrita las palabras SANTI.
Disminuyo la velocidad, Alejandro se acerca, yo bajo el vidrio, y él me sonríe.

-Eras tú. Cuándo te lo compraste?- le sonrió, me tranquiliza el verlo, es bueno que este aquí.
-Ayer, cuando me llamaste, fui a la ciudad con Kate y lo vi, recordé que te burlabas de mi V16, sí que te presento a mi monstruo. Y esa moto?- Ahora es él quien se ríe, con esa sonrisa ganadora que tanto adoro.
-Es mía- es hermosa, nunca me eh subido a una.
-Puedo subirme- me mira con enfado
-Señorita Santelices, usted viene a ver a Don Luis, y yo la guiare con mi motocicleta.- QUEEEE, mierda, lo odio!
-Bien- y digo en un susurro estúpido.
-Te oí- maldición
-¡Pacheco!- Pacheco?, él, todavía trabaja acá.
-Sí?- le dice un hombre moreno, alto y cano, cuando me fui todavía no tenía el pelo gris, pero es inconfundible su manera de caminar. Es él. Mi ex chofer y guardaespaldas.
-Abre las rejas, la señorita viene conmigo.
-¿Quién es?
-Pacheco, haz lo que te dije, no le inmiscuyas en mis asuntos. Y si piensas en esa cabeza que es una prostituta, NO, que quede claro desde ya. AHORA ABRE LAS PUTAS REJAS.- Sin más camina, y me muestra su parte trasera, se mueve con elegancia y rudeza, sus jeans negros y esa casaca de cuero negra, me quitan un minuto de mi objetivo, me coloco las gafas, no es bueno que me reconozcan tan luego y subo el vidrio polarizado.
Ambos motores rugen al unísono, le sigo. La alameda es eterna. Cada vez que avanzo los recuerdos son más latentes, quiero llegar ya!, por fin se detiene.
La mansión SANTI, esta delante de mis ojos, con un cambio la tonalidad de ella, era blanca ahora es de color damasco.
Espero que Alejandro se baja de su moto y camina hacia mí, pero camina con arrogancia, llega a mi puerta y la abre.
Me ayuda a salir, le agradezco sin retirar mis anteojos, me sujeta de la cintura y encuentra lo que llevo, me mira con inseguridad, no dice nada, su mirada lo dice todo, "ten cuidado".
Comienza a caminar delante mío, se acercan dos hombre de la misma estatura de él y le cortan el paso, agacha su cabeza y se ríe de forma estruendosa en la que se te erizan los pelos de la nuca.

-Martínez, aléjate, esta vez estoy ocupado.
-¿Quién es?- Digo algo?, me callo?. Alejandro me mira y a través de su mirada me dice que es hora, me toca decirles quién soy.
-Así le hablas a la hija de TÚ patrón?- los dos me miran atónitos, e incluso Alejandro me eh convertido en la abogada, que no teme a nada ni a nadie. Me saco con tranquilidad los anteojos y les miro directamente a los ojos, camino con tranquilidad pero con arrogancia, hacía ellos, pero me cortan el paso.
-¿Qué eres tú qué?
-Tu nombre- reclamo
-Raúl Martínez
-Hace cuanto trabajas acá?
-Hace diez años
-Entonces deberías haber escuchado de mí. Soy Catalina Elizabeth Santelices Morga, hija de Luis Santelices y Sofía Morga, nieta de Don Amador Santelices. Te suena?- el muy arrogante sé que está impresionado, pero no quiere decir que lo está.
-No lo creo.
-Ok!, llama a Pacheco, porque él te dirá en tu cara quien soy.
Diez minutos más tarde, en que los duelos de miradas mataban, llega Pacheco, me mira y sus ojos están sorprendidos y emocionados.
-Niña Catalina, era usted- mi mirada fría se dirige al estúpido de Martínez y él esconde su cara por la vergüenza.
-Sí, Pacheco, tus hombres no me dejaban pasar a la que en mi infancia fue mi casa.
Pacheco los mira con reprobación y ellos se apartan, nos dejan pasar. Nos acercamos a la entrada a esas grandes puertas de madera de color caoba. Alejandro las empuja con suavidad, y me deja entrar primero, no mentiré, me tiemblan todos los músculos de mi cuerpo, qué hacer? Seguir y enfrentar.
-Quien eres?- escucho una voz femenina detrás de mí, me volteo para verla, y es ella. Ella me mira con sorpresa, queda estática, no lo puede creer que este ahí de pie en el mismo lugar que hace veinte años me había ido. Ahí en el que comenzó mi rencor y mi odio. Yo estaba ahí parada esperando que esa mujer que me dio la vida se abalanzará sobre mí y me cubriera con sus abrazos dándome protección, pero NO, estúpida yo, esa mujer nunca fue madre. Me echo cuando pudo y estoy aquí y eso es lo que quiere hacer ahora, para que no atormente su tranquilidad.
-Catalina... tú...- titubea no me o quiere decir pero su mirada no puede mentir lo que su corazón guarda.

-Sofía Morga.
-Soy tu madre- si lamentablemente
-Hace mucho que ya no lo eres.
-Catalina...- baja por las escaleras corriendo hacia mí -hija linda, porque no me avisaste que venías.
-No seas hipócrita, tú no me quieres acá, por ti seguirías viviendo el idilio con Santelices- sus manos se van a su boca.
-Catalina, yo jamás te echado.
-Mentirosa, me echaste a la edad de quince años, pero sabes me da exactamente lo mismo, para mí, tú no eres mi madre, aunque me hayas regalado un auto. Mi madre es Carmen, ahora déjame que vine propósito y lo cumpliré.
-Pero que te crees?, sigues siendo una muchachita macriada- me dice con desprecio.
-Te encantaría que lo siguiera siendo, pero lamentablemente ya no lo soy, tengo treinta y cinco años, soy una abogada, que desde hace ya bastante tiempo se sabe defender de gente tan despreciable como usted.- Hace un ademán para hablar, pero yo levanto mi mano derecha para callarla -Pero no vengo a ajustar cuentas con usted "señora" Morga, es con su esposo, me retiro.
Gracias a la voluntad divina se queda callada, pero me sigue a una distancia prudente, tengo tanta rabia que podría destrozar un muro de concreto, sigo avanzando por la escalera con un paso rápido no quiero encontrarme con cierta señora, que ya sólo me da rabia.
-Ni se te ocurra entrar a su habitación- me grita, me volteo para decirle que se vaya al demonio, pero es Alejandro quien se interpone en la mujer que me dio la vida para que no siguiera avanzando.
-Señora Morga, le aconsejo que deje de gritar, su marido, don Luis, fue quien solicito la presencia de la señorita Santelices en esta casa, si usted no la quiere, es problema suyo, ahora tiene dos opciones avanzar y que yo le bloquee el paso y la deje en una de las habitaciones de la casa o que baje.
-Pero quién te crees para hablarme así, Alejandro?
-Señorita, siga- me dice mirándome directamente a los ojos que me atraviesa el alma, y en esa mirada me dice yo me ocupo de ella, sigue. Asiento con mi cabeza -la mano derecha de su esposo, +el me ha dado instrucciones precisas, y que si usted las desobedece me veré en la obligación de proceder de acuerdo a lo que él mismo me ha instruido, y hoy no ando con ánimo de que usted comience a volverse insoportable, me entendió señora Morga?- Sofía no dice nada, sólo abre su boca y queda estática. -Señorita proceda, es tiempo.
-Sí, Alejandro, gracias.- y sigo subiendo, recuerdo ese día el primero en que me dio esa golpiza, sigo avanzando y al final del pasillo está su habitación, está cerrada la puerta. me acerco a ella, la toco con mis manos, la golpeo para avisar mi presencia o la abro así sin más?.

Tomo la manilla la giro, abro la puerta y después de de veinte años le veo cara a cara.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Catalina y Alejandro - Capítulo 17


No puedo creerlo ya son tres días en México, y estar en la casa que me cobijo en el momento más espantoso. Eh caminado por los jardines mirando una y otra vez este hermoso cielo, lo verde del césped y las tonalidades de las flores.
Todavía no puedo creerlo, mi abuelo me espero tanto para que confiara en él, y finalmente siempre lo supo, sólo que quería que yo le digiera. Si lo quería ahora lo quiero mucho más.
Hable con Carmen de todo, menos Alejandro, con él no eh podido hablar, la trato mal, le hablo de una forma que nadie en todos sus años de servicio lo habían hecho ni siquiera "mi padre". Alejandro muy mal hecho, es mejor de tenerla de amiga a mi querida Carmencita. Pero lo más importante es que SI, existe el testamento. No sabe exactamente donde esta, pero eso es un pelo de la cola, es muy fácil saberlo. 

-En qué piensas?
-En todo Kate.
-Dime Cata, que se siente estar aqui?
-Aqui?- digo apuntando mi asiento -seguridad, pero fuera de este lugar no lo sé aún.
-Te ha llamado Alejandro?
-No, segura?
-Si Kate, por qué?
-Me ha estado llamando, y me dijo que no le contestas el teléfono
-Mierda, si no le eh puesto el roaming, tiene que ser por eso- tomo mi celular y lo activo, a los segundos mi teléfono celular pareciera que explotara, 80 llamadas pérdidas, 20 mensajes de texto y para qué hablar de whatsapp, cada uno de sus mensajes me dice lo mucho que me ama y que sólo quiere verme, pero los últimos son exigencias que me causan risa, "dónde estás" "Contesta" "me estoy desesperando" "Sino me hablas prometo ir a la hacienda y raptarte aunque me mate Carmen"

-Lo llamare- le digo a Kate
-Ok llámalo que a mí me tiene aburrida con tantas llamadas- me dice burlándose de mí.
-Vale le dire que no te llame más.
Le llamo y me contesta al primer timbrazo.
-Nena, por fin, que te ha pasado, que no me haz contestado?
-Disculpa amor, es que tenia apagado el roaming.
-Te dio mi recado Kate.
-Claro, y dices que la dejes de llamar.- se rie al otro lado del telefono
-Ese no.
-Cómo?
-Se olvido entonces, es mejor que vengas, tu padre, está empeorando.
-Hoy?, Alejandro yo...
-Amor, ya ha pasado veinte años, sé que es díficil y no estarás sola, yo estaré contigo te lo prometo.
-Nose, es difícil.
-Catalina, por favor.
-Mañana a primera hora, te lo prometo.
-Bueno amor, mañana.

El día paso muy, pero muy lento, mañana me enfrentaría a "mi padre" a ese ser despreciable que me arruino la vida, que me refugie en el odio para sobrevivir, que no confíe en nada ni en nadie, y que ahora probablemente esté involucrado en la muerte de mi abuelo. 
Salí un rato de la hacienda, fuimos con Kate a la ciudad, y pase a ver autos, ya era hora de cambiar, y si me quiero enfrentar a él, es mejor que lo haga con poder y decisión.
Kate como siempre se enamoro de un jeep, aunque no puedo mentir me gustan, pero quiero imponerme y que me miren con respeto, no como la niñita que salió huyendo, llena de miedos, de vergüenza.

Y ahí estaba, esperándome, ese hermoso auto, de color negro, era como me llamara.
Hable con el vendedor, pero no escuchaba nada, hasta que dijo el precio, casi me caí, pero todos estos años de ahorrar habían rendido sus frutos, estarían muy bien invertidos.

Fuimos al centro comercial con Kate, a comer algo, yo como tenía el estómago anudado preferí una ensalada cesar, con un jugo natural, Kate que siempre come todo lo que quiere sin preocuparse de nada, prefirió comida china, con wantan y arrollados primavera, con una gran gaseosa. 

La mire con envidia, yo mire mi ensaladita, porque tenía el estomago apretado, y estaba llena de miedo, mañana sería un día lleno de enfrentamientos.
Iba de vuelta a la casa en mi camaro negro, escuchando la música muy fuerte, de ludacris, necesitaba una inyección de adrenalina, y autopista seria aquella inyección, lo malo que Kate se puso a gritar como loca cuando sobre pase la barrera de los cien kilómetros por hora, tuve que bajar la velocidad, es extraño sentir el aire de mi país, es como si nunca pertenecí aqui.

Cuando estoy llegando a la entrada de la Hacienda Amanda, los vigilantes me detienen, claro salí sin auto y volví con uno. Me sonrió, bajo con cautela el vidrio del piloto, y dejo ver uno de mis ojos al vigilante mientras mis labios tuercen una sonrisa.


-Señorita Santelices, no le conocimos.
-No te preocupes, era obvio, salí sin auto y ahora vuelvo con uno.
-Adelante- corre a los portones abriéndolos de par en par, arranco el motor de mi auto, y llego a la entrada de la mansión.
Como era de esperarse Carmen sale corriendo, a ver el auto. Y verle su cara de sorpresa y emoción, fue el mejor premio que podría haber obtenido.
-Pero mi niña, y esto?- sus manos estaban en su boca.
-Un auto, mi Carmen, ves o no los conoces- me pega en el brazo, Carmen medirá un metro cincuenta?, es pequeña, pero me gusta.
-Pero este auto es como de hombre, mi niña- Kate se rie
-Carmen, y eso que no has visto su departamento- Carmen me mira intrigada, en realidad.
-Bueno, dejemos mi depa a un lado. Entremos a la casa mejor.
Entramos a la casa, Carmen aún no sabe que iré a ver a Santelices, es mejor que se lo diga para que no se infarte.
-Ya niñas a sentarse tienen que tomar el té.- Nos miramos con Kate y ambas gritamos al unísono
-¡NO!
-Pero como?, tienen que comer.
-Carmencita comimos en un centro comercial, pero si te queda pastel, yo comería, y tu Kate?
-Yo me apunto
-Así me gusta, salen dos pedazos de pastel de piña
-¡ÑAMI!- gritamos las dos.

Después de comer como cerdas, es hora de hablar con Carmen. Voy a la cocina en busca de este ángel, que tiene cola de diablo.
-Carmen tengo que hablar contigo- sigue lavando la loza
-Dime niña Catalina.
-Necesito el arma de mi abuelo- la pobre casi le da un infarto, deja de lavar y me mira con los ojos como plato.
-Para qué la quieres?
-Iré a ver a Santelices mañana.
-No, no puedes ir Catalina, no!, me niego.
-Carmen- la tomo de los brazos -quieras o no, esto debo enfrentarlo, y para eso debe ser como yo estoy ahora, así fría y fuerte.
-Entiendo- se seca las manos -sigueme- me guía sin decir palabra, hasta el despacho de mi abuelo, al abrir la puerta siento el olor a madera, es como si mi abuelo hubiese regresado, no puedo retener una lágrima y ella recorre por mi mejilla.
-Escúchame bien Catalina, en ese cajón se encuentra el arma de tu abuelo, te cuidado, está cargada, y la munición esta debajo de ese cajón, cuídate. Recuerdas cómo se utiliza?.

-Claro qué se. Mi abuelo se preocupo de eso y de enseñarme defensa personal.- Carmen asiente y se retira.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Catalina y Alejandro - Capítulo 16


Por fin ya estamos dentro del avión, y siento una mezcla de emociones, un sabor dulce y amargo. Después de 20 años enfrentare mis fantasmas, mis dolorosos recuerdos, y miro por la ventanilla, siento que me aprietan con cariño mi mano izquierda, y giro mi cabeza en esa dirección, veo esos ojos azulados que me miran con ternura, no puedo creer que pisaré mi tierra natal.

Ha pasado tanto tiempo, que no puedo creer, que me fui como una niña asustada, bajo la protección de mi abuelo, y ahora vuelvo, con un propósito, y con un hombre que me ha robado el corazón, que no sólo me ha hecho sentir viva, me ha hecho confiar en alguien, no temió de mí, sino siguió, buscando hasta que me encontró. Cierro mis ojos y lo último que siento es un beso en mi sien.

-Vamos dormilona- es la voz de Kate -despierta- y me zarandea, le tomo su mano derecha y la doy vuelta.
-Que mierda?- le digo levantándome y con mi mano izquierda me desperezo en mis ojos.
-Ay! Bruta!.
-Ups!, perdón- me rio, y le suelto el brazo
-Pero cómo mierda le haces eso?- me dice Alejandro, sobándole la muñeca a Kate.
-Lo siento, amiga, pero tú sabes que no puedes despertarme así- y me sigo riendo 
-Mala, no pensé, que todavía tuvieras los reflejos buenos- comienza a reírse y Alejandro nos mira como locas.
-Ya salgan rápido, porque o si no, nos volveremos a Estados Unidos, par de locas.
-Lo escuchaste? Cata?, nos dijo "par de locas"-. Comenzamos a caminar para salir del avión, y nos seguíamos riendo como locas, y Alejandro si hubiera podido ir a tres metros delante de nosotras lo hubiera hecho, toda la gente nos miraba como si fuéramos raras.

Llegamos a la salida del aeropuerto, y nos esperaba un taxi.
Nos subimos en él, Alejandro le pide al conductor dirigirse inmediatamente a la finca "Santi", pero yo le muevo la manga, y le digo que no con la cabeza.

-Vamos a la finca, Amanda, la de mi Abuelo- el conductor queda congelado, me mira por el retrovisor.
-A la finca Amanda?, de su abuelo?, señorita.- me pregunto el conductor y yo asiento -Usted es nieta de Don Amador Santelices, que en paz descanse.
-Sí, le conoció?.- asiente con la cabeza , mientras lo hace sonríe.
-Entonces sabe dónde queda la Hacienda?.
-Pues claro, es una de las más bellas, señorita.

 Y fuimos pasando por calles, comenzaba a recordar ciertas partes, pero otras que realmente han cambiado. De tanto en tanto miraba a Kate, y ella me sonreía, y otra veces miraba a Alejandro y el sólo me tocaba la mano, ya que iba al lado del conductor.
El taxi comienza a pasar por esa laguna maravillosa, ya nos estamos acercando, queda poco, para volver a sentir la presencia de mi Abuelo, de Don Amador Santelices.
Después de unos minutos, que para mí fueron eternos. Ahí estaban las grandes rejas, y el camino lleno de álamos, descubrían la entrada, de cinco kilómetros de extensión, y al terminar, la imponente mansión blanca de Don Amador.

Sonreí como boba, no podía creer, que después de tantos años estaba ahí, por fin.
Cuando se detuvo el taxi, me baje corriendo a la entrada, olvidando todas mis maletas, dentro del vehículo, toque la entrada.
Sabia, y estaba segura que nadie era propietario de esta mansión, por lo costosa, y porque "mi padre" jamás se desprendería de una de las propiedades Santelices, era honor, aunque se estuvieran cayendo a pedazos, eso es "Poder". Palabras de mi abuelo.


Toque la puerta. Escuche unos pasos venir a la entrada. Comienzan a abrir la puerta, quién será?, sabrán quién soy?
-Si?- la miro, no puede ser, es ella. Ay, Dios!, no puedo creerlo, es ella. -Niña Catalina?- comienzan a agolparse las lágrimas en mis ojos, Dios es ella. -Niña Catalina, es usted?
-Carmen?
-Sí- En ese momento nos abrazamos, nos besamos, nos miramos, y volvimos a abrazarnos. Después de muchos arrumacos, de esta mujer maravillosa, me suelta y me deja respirar.
Con lágrimas en los ojos, y aún abrazada, hago una seña a Kate, para que venga.
-Tú mala amiga, porque no me dijiste que Carmen estaba bien- Kate sólo se encoje de hombros
-Pensé que lo sabías- me dice Kate
-Katherine Amelia Zelis Márquez, te mataré.
-No, como dices esas palabras Catalina Elizabeth Santelices Morga- me dice Carmen, y comenzamos a reírnos.
Comenzamos a hablar cual comadres, hace años que no sabía nada de ella. Carmen, era la empleada de mi abuelo, su ama de llaves,  como yo era la única nieta, recibí todo el cariño y regaloneo, pero con mayor razón cuando me fui a vivir con mi abuelo, Carmen fue mi abuela, me cuido, me mimo, hizo todo lo que hace una abuela, estuvo para mi graduación de la secundaria, para mis cumpleaños, incluso más que mi propia madre.
-Alejandro ella...- Mi Carmen me interrumpe
-Sal de la hacienda, Cruz!!- me perdí de algo?
-Señora, sólo vengo en nombre de Don Luis Santelices...
-Por eso mismo deja a mis niñas y lárgate
-Carmen , tranquilízate, Alejandro es ...
-Un trabajador, señorita Catalina, que sólo está cumpliendo órdenes, disculpe Señora Carmen, aquí le dejo las maletas de la Señorita Catalina y de la Señorita Katherine. Con su permiso me retiro.- Que mierda es eso de señorita, si es mi pareja, por qué Carmen le trata así? y Cruz?.

Después de lo ocurrido, Carmen como era de esperarse, nos hace nuestras habitaciones y comida, siempre tuvo un problema con la comida, nos encontraba muy flacas, y siempre nos daba dulces.

-Carmen, siéntate, con nosotras, y cuéntanos qué paso el día del accidente de mi abuelo, tú no volviste a Nueva York.
-Mi niña, ese día fue horrible. Vine a México a sepultar a mi patrón. Cuando tuve que volver, me detuvieron en el aeropuerto, y me dijeron que no era necesario que me fuera, ya que, tu mi niña, volverías acá a México.- Yo muevo mi cabeza de un lado para otro, porque eso no paso -lo sé algo andaba mal, porque yo sabía que no volverías, y me pregunte durante años como estarías mi niña, si comerías, si serías alguien en la vida- mi linda Carmen comienza a llorar de amargura, me paro de mi asiento y la abrazo, le beso su mejilla, mi preciosa Carmen, siempre estuvo pensando en mí.
-Pero mi niña ahora cuéntame que ha sido de tu vida.
-Mi Carmen, soy abogada en Boston y eh vuelto para hablar con mi ... mi papá.
-Pero ¿cómo?, Catalina después de lo que te hizo.- Abro mis ojos como plato, qué es lo que sabe?
-De qué estás hablando Carmen?
-Emm permiso, voy a ir a ver mi cuarto, es por esa escalera Carmen?- dice Kate, y Carmen asiente.
Veo a Kate subir por las escaleras a su habitación, conociéndola como la conozco no creo que haya ido a su pieza y debe de estar buscando un escondite para escuchar
-Catita, cuando se vino a vivir con su abuelo, por las noches gritaba y lloraba desconsolada, Don Amador, corría a su habitación, para poder consolarla- Mierda, no puede ser -por eso sabía que no volvería mi niña. Don Luis- aprieta las manos formándolas en puños -ese hombre, sé lo que te hizo, mi niña.
-Carmen, por favor- pongo mis manos en mi cara ocultándola, Carmen me tomo mis manos y me abrazo, un abrazo cariñoso.
-Mi niña, ese hombre te hizo mucho daño, y tu abuelo lo sabía, porque una noche, gritaste, diciendo "No papá, yo soy tu hija" "Te lo suplico, no me toques", pero cuando Don Amador estuvo más seguro fue cuando una noche, llorabas en sueños de forma desconsolada, y Don Amador se acerco a tu pieza, en Nueva York, y le veo salir de ella, con su rostro lleno de amargura, le pregunte qué pasaba, y me dijo, Carmen mi peor, mi mayor miedo, sea cumplido. Le dije que no entendía, me miro con rabia, porque si lo sabía, y no quería admitirlo. Me grito. Carmen, mujer, entiende ese pedazo de hombre que crie, eduque, le enseñe valores, ese hijo de..., mi amada mujer se debe estar revolcando en su tumba al saber lo que hizo Luis... VIOLO A MI NIETA, eso hizo!!! entiendes ahora Carmen?.

Ay! Dios mi abuelo lo sabía, Dios mío, me quiero morir, lo único que hago es llorar, Carmen se acerca y me abraza, no lo puedo creer que lo sepa y yo guardando mi secreto por años, Dios me siento sucia.

-Escúchame Catalina, no te sientas mal, eso jamás fue culpa tuya, Don Amador, nunca quiso obligarte a hablar, pero sí a ... a su hijo, no le dio tregua, llamaba todos los meses, para que le dijera con sus palabras que es lo que había pasado, por qué te habías ido de su lado, nunca le hablo, hasta...-Carmen cierra la boca
-Hasta cuando, Carmen- le digo entre lágrimas
-Hasta ese día que falleció- y su mirada se torna triste y amarga, mi abuelito falleció sabiendo mi secreto, porque no fui más fuerte y le conté, porque Dios, porque no fui valiente, nunca me desintoxique de esta amargura, de este dolor tan inmenso- Don Armador me llamo ese día, y me dijo que Don Luis le había confesado todo, y que ahora te iba hacer hablar a ti, porque ya te había dado tiempo para madurar, entender lo que había pasado, y siempre se arrepintió de no haberte llevado a un terapeuta, y me dijo que debía cuidarte no separarme de ti, pero desobedecí, y te deje sola mi niña, en esa ciudad, aunque tuvieras 18 sólo eras niña, con la que me había comprometido a cuidar- Me acerco yo a Carmen y le abrazo, en ella hay un pedacito de mi abuelo.

-Carmen, no te preocupes, crecí bastante, soy muy madura, me atrevería a decir que una vieja- le sonrió, me mira y se sonríe.
-Déjame terminar- asiento con la cabeza -le pregunte porque debía cuidarte tanto, y me dijo, que la confesión que le había dado Don Luis, era porque hace algún tiempo había cosas raras en la empresa, ya sabes fuga de dinero, y si le pasaba lo debía él le diría toda la verdad, y así fue confirmando lo que ya teníamos más que confirmado, el daño que te había provocado mi niña linda.
-Carmen qué es lo que sucede con Alejandro.- pareciera que le hubiera vertido agua hirviendo, me mira con furia.
-Ese muchachito, llego hace unos meses a la mansión imponiendo sus órdenes como mano derecha de Don Luis Santelices. Le deje en un principio, finalmente yo no tengo nada, sólo mis años en que eh servido a la familia Santelices. Pero hace un mes más menos me encontró un foto tuya, en la que tenías diecisiete, y me pregunto quién era, le respondí con un poco de prepotencia diciéndole que eras la hija de Don Luis, me miro y me arrebato de las manos la foto, y fue muy bruto conmigo me sujeto del brazo y me zarandeo para que le dijera dónde estabas, que si no le decía me haría daño- Cómo? que Alejandro hizo qué? Conozco a Carmen y no mentiría, menos si su mirada está llena de furia. Tengo que hablar con Alejandro para tener las dos versiones.

Coloco mis manos en mis caderas y comienzo a girar.
-Mi linda Carmen, estoy bien, mírame después de todo SOY una Santelices no crees?.

-Si, mi niña linda, él que te vea dirá que Don Amador está orgulloso de ser tu abuelo- y le sonrió, es verdad.