-Años han pasado,
no crees Santelices- me mira avergonzado.
-Mi querida hija
-Querida?- le
digo mientras camino alrededor de su cama en la que está acostado -No fue lo
mismo que me dijiste, antes de que yo me fuera, perdón antes que tu mujer me
echara de la casa.
-Yo no supe eso,
no te hubiera dejado ir.- Claro, ya ni se acuerda porque me fui, que
desgraciado. -Parece que los años te han dado amnesia, yo no fui porque
"mamá"- y coloco mis dedos haciendo comillas- me haya echado sino
porque usted Don Luis me maltrataba física y psicológicamente, no se acuerda
ahora.
-No sigas por
favor.
-Eso mismo le
pedía yo y usted nunca se detuvo, siguió golpeándome una y otra vez.
-Te lo suplico
Catalina, no sigas, no ves que estoy enfermo?
-Me importa una
mierda su enfermedad, usted insistió que viniera, mientras yo estaba tranquila
en Boston, trabajando, y que cree, que me quedaré callada?, no señor, no esta
vez, eh sufrido mucho por culpa suya. Me golpeo, mato a mi abuelo, me quito la
casa de él en Nueva York, y sin importar me...
-No sigas, yo no
te mande a llamar por eso- me grita en mi cara.
-Claro que no lo
haría, es por sus empresas, no soy estúpida, ahora me necesita, porque sabe que
tengo contactos y que soy abogada.
-Yo...
-Usted es un poco
hombre señor, un miserable, un...
-No le hables así
a tu padre- me grita desde la puerta Sofía Morga.
-Qué bueno que
estés acá "madre", así sabrás la verdadera razón porque nunca volví,
aún cuando mi abuelo falleció.- Miro a Santelices, por primera vez tengo el
sartén por el mango, y su mirada es suplicante. No daré tregua, no tengo porque
callarme, no esta vez. Le sonrió, si, con maldad porque lo tengo en mi corazón
es rabia, odio y venganza.
-Señora Morga, le
suplico que se retire- Es Alejandro, ¿Qué estás haciendo?, yo quiero
desenmascarar a este desgraciado, y Sofía se va. NOOO, no se puede ir, yo tengo
que decirle, pero no puedo reaccionar, se cierra la puerta, y voy a la puerta
para abrirla, pero...
-Catalina, yo sé
muy bien que tú no quieres estar aquí, pero es necesario. Mi padre antes de
morir hizo un testamento, en el cual te dejo como heredera absoluta- giro para
mírale directamente a los ojos, no sólo me desgracio la vida sino también me
robo, lo que por ley me correspondía -de todas las propiedades, incluyendo esta
casa, de sus empresas, sé que hice mal al despojarte de todo lo que
correspondía, lo sé, y ahora es una bola de nieve que creció, y que ya no puedo
hacer nada, estoy atado de manos, porque Hugo Ossandón, él que se supone era mi
amigo, me ha quitado las empresas, y sabe que no puedo ir a juicio por ello,
porque saldrá a luz que le eh robado a mi propia hija, es por eso que te eh
mandado a llamar.
-O sea, me has
mandado a llamar para salvarte el pellejo, sin contar que cuando tome posesión
de ellas, no te lo agradeceré ni menos te daré algo a cambio, mientras yo me
las ingeniaba para sobrevivir tú te dabas la vida de millonario a costilla de
mí- le miro con desprecio.
-Lo sé, no tienes
nada que darme, sólo te pido que me dejes vivir en esta casa hasta que la
muerte llegue a buscarme.
-No puedes ser
tan poca cosa, ya ni honor te queda, obviamente no te daré nada ni un centavo,
pero sí te puedes quedar en esta casa con una condición.
-La que quieras.
-Dile a mi madre
lo que me hiciste esa noche horrorosa.
-Pero Catalina.
-Catalina NADA!,
le dices o sino no vives aquí, y ten por seguro que cuando te saque de la casa,
le cuento a mi madre, y a todos los periódicos- no creo que sea tan valiente
para ello, pero es hora de cobrarme una a una las atrocidades que viví, por
culpa de quienes debían protegerme.
-Entiendo, lo
haré, pero no ahora.
-Claro que lo
harás, hoy, escúchame bien Luis Santelices- le digo acercándome a su rostro -Yo
no soy la niñita de la quien desgraciaste la vida, la que guardo silencio por vergüenza,
NO. Ahora yo sé muy bien lo que valgo, y si tu no hablas hoy con mi madre, te
irás mañana a primera hora donde quieras, menos a una de las propiedades mías,
y todo el mundo sabrá quien eres, nadie te dará una mano sólo te escupirán en
la cara.- Su respiración se agita, me teme, agacha su cabeza.
-Acepto, hoy le
diré.
-Bien- me
recompongo y comienzo a irme a la entrada.
-Catalina,
espera.- me detengo
-Para enfrentar a
Ossandón, necesitas algo.
-¿Qué cosa?
-El testamento-
tiene razón
-Dámelo- comienza
a buscar en una mesita que tiene a su lado y saca una carpeta vieja de color
amarillo, me la da, la reviso y ahí está. -Ahora me voy, que tengas un buen día
"papá"- esa última palabra fue dicha con todo el desprecio del mundo.
Abro la puerta de
su habitación, y ahí está Alejandro esperándome.
-¿Cómo estás?- le
doy una bofetada, ni siquiera la esquivo, me está mirando perplejo, no lo
entiende. -¿Qué mierda te pasa?- me sujeta los hombros, me liberó, y le miró
con rabia.
-Eres estúpido o
te haces?, se supone que me ibas apoyar, en el minuto que le iba a decir toda
la verdad a mi madre tú no me has dejado, se suponía que tú ibas a limpiar el
camino, tuve que presentarme yo sola, no soy idiota Alejandro tengo años de
experiencia y tú escondes algo, por qué querías traerme tan pronto, por qué
querías que hablara con mi padre ya, y por qué mierda nunca me dijiste nada de
Carmen- no me dice nada, ya es hora me marcho.
Quiero salir de
esta casa, me estoy ahogando. Cuando ya estoy llegando a la salida busco mis
llaves, aprieto el botón y mi auto se abre, me subo en él, veo a Alejandro por
el espejo retrovisor, y va en busca de su motocicleta, cuando estoy llegando a
la salida las rejas están abiertas de par en par, hay una camioneta negra, una
suburban, conecto música, y gracias a Dios es Yandel, moviendo caderas, a la
velocidad que voy me relaja. Veo un agua y me detengo, necesito respirar. Ha
sido mucho, me saco el arma y dejo el testamento en la guantera del auto. Me
bajo con la música de fondo, me saco la chaqueta la tiro al capó de auto, muevo
mi cuello para destensarlo.
Escucho un motor
a lo lejos, que se va deteniendo, unas manos me sorprenden en mi abdomen y unos
besos ya conocidos en mi cuello, se me erizan los pelos y mi corazón se encoje,
es Alejandro. Me gira, me obliga a mirarlo, me besa con urgencia, no sé cuanto
tiempo estamos así, sus manos me recorren, su pantalón se enancha, me quiere,
me necesita.
-Entiendo tu
bofetada, vale, pero me dolió.
-Esa era la cosa
que te doliera- me libero de su abrazo, y él vuelve a sujetarme
-Vámonos
-Tú moto?
-Se encargarán de
ella
-No sé, quiero
estar sola.
-Vamos Catalina,
en este momento no debes estarlo, vamos dame las llaves, tienes que estar
tranquila.
Después de unos
minutos acepto, le doy las llaves de mi camaro, y me dejo guiar por él, vez
primera, bajo la guardia, si hubiera sabido lo que vendría en unos meses más
les prometo que le hubiese matado con el arma que llevaba ahí.
Pasamos por
lagunas, árboles, y mucho camino de tierra.
-Vamos a una
cabañita, que tengo cuando me vine a vivir aquí- Sólo quería escapar, si que ir
a una cabaña genial. Empecé a dormitar.
Siento unos besos
y abro los ojos.
-Vamos dormilona-
veo a mi alrededor, hay árboles, y al frente hay una cabaña, de dos pisos, es
como esas casitas de cuento, escondidas en el bosque. Salgo del auto, Alejandro
me ayuda a bajar, él sólo sonreía, abre la puerta de la cabaña, y entro en
ella, al final de la cabaña hay una ventana gigante, la que es una especie de puerta,
corrí a ella y la abrí el patio era aún más sorprendente tenía un lago a unos
tres o cuatro kilómetros, fascinante, no alcanzo a dar un paso hacia afuera y
unas manos gigantes me atrapan.
-A dónde crees
que vas?
-Al lago
-No- se ríe -por
ahora no, primero me tienes que pagar una bofetada, el no contestarme el
celular desde que llegaste, el no decirme de tu auto nuevo y, lo de estúpido,
porque te oí.
-Lo de la
bofetada te lo merecías- le digo mientras me giro para verle a los ojos -porque
me dejaste sola, lo del auto, es problema mío, no crees?. Y lo de estúpido,
porque no me dejaste subirme a la moto, y lo celular, bueno se me olvido.
-Nada de que se
me olvido, ahora me las pagaras- me dice con una sonrisa malévola, me toma en
brazos y me sube a su hombro, no sabía qué hacer, esto es nuevo para mí, no
sabía si patalear o quedar tranquila. Opte por luchar, Alejandro comenzó a
subir por las escaleras, mientras veía cada escalón yo pataleaba y le pegaba en
la espalda. -Quédate tranquila, o si no haré que te quedes tranquila- eso fue
una inyección de adrenalina, quería saber "cómo me iba a dejar
tranquila", y seguí, me llego una nalgada en medio de mis nalgas, la
primera sensación fue de humillación, pero luego sentí como la excitación
subía, seguí luchando, y siento como mi cuerpo cae encima de la cama, me mira
con lujuria. -Te gusta pelear conmigo- yo me reía y giraba mi cabeza de
izquierda a derecha una y otra vez.
-Cómo se te
ocurre, eso jamás.
-Si me imagino-
se comenzó a sacar la polera y me dejo su torso desnudo, y yo la muy boba le
miraba, me sujeto una de mis manos y la ato a la cama, cuando me di cuenta ya
era muy tarde, me había atado la otra. -Que pena, se tendremos que romper esta
ropa- y me miraba con maldad, lo sé, esa era maldad, se estaba vengando de mí.
-Pobre de ti que
lo hagas, porque después me tocara a mí,
-Pero eso si es
que lo logras.
-Hagamos un trato
me sueltas, me la saco y luego me atas.
-No lo sé después,
huyes?
-Que crees?, que
no tengo palabra como otro?
-Hey!, eso dolió
-Entonces suéltame
-Eres abogada, no
soy tonto, ellos siempre hacen que alguien inocente quede como culpable- le
miro con cara de poco amigos, me suelta una mano, y me saca la mitad de la
ropa, y hace el mismo procedimiento con el otro brazo, me deja atada.
Mis senos están
al aire y su boca los chupa con fuerza, siento un dolor y placer en mi entre
pierna, me gusta esa mezcla, me besa con el cuello entre mis senos, mi abdomen.
Me saca mis
pantalones y me deja con mi tanga, me mira mi ropa interior, y comienza a besar
mis piernas. Le quería con urgencia dentro mío, ya no aguantaba más.
-Por favor
Alejandro.
-Por favor ¿Qué?-
me está sonriendo
-Te quiero
-Yo también- y
siguió con su juego y cuando creí que no podía más, le siento dentro mío, me
golpea con rapidez y yo me comienzo agitar, una electricidad me esta
recorriendo desde dentro de mi útero hasta mi boca en la que expulso un grito
lleno de placer.
Y así estuvimos
por un buen tiempo, me dejo descansar un momento.
-Cómo ha estado
tu castigo?- me pregunta, le miro y sonrió
-Excelente- me
besa en los labios.
-Iré por un jugo-
y yo aún amarrada a la cama.
-Pero suéltame
-No, un segundo.
No sé que fue,
pero me despierto en una cama descansada y un jugo de naranja en el velador que
estaba al lado mío, la cortina de la habitación flotaba, el aire me hizo sentir
bien. Comencé a estirarme en la cama y veo llegar a Alejandro con un sonrisa
que amo.
-Cómo estás?
-Después de
todo... feliz
-Qué bueno.
Tómate el jugo- me estiro y tomo el vaso, y tomo un sorbo, esta exquisito, en
su justa medida de acidez y dulzor.
-Puedes vestirte
y mirar el lago.
Me tomo todo el
resto del jugo, y me visto con mi ropa, pero primero me lanzo a la ducha.
Cuando ya estoy
lista, Alejandro me está esperando cerca del lago.
-Te gusta el
lugar.
-Me encanta- nos
besamos. Nos abrazamos al caminar para llegar al lago, y mientras caminamos nos
seguimos besándonos.
-Catalina, qué
paso con Santelices?
-Mmmm...- tomo un
poco de aire -estaba feliz sabes?
-Vamos cuéntame?
-Vale, te cuento.
Santelices, asume todo, soy heredera de todo lo que me dejo mi abuelo, de sus empresas
y bienes raíces. Por lo cual comprendo que los Ossandón sabían de esto, y por ello
se fueron quedando con el poder de la empresa, y es por eso que me necesita, para
que les tape la boca, lo saque a patadas y me haga cargo de ellas. Por consiguiente
la casa en la que está viviendo Santelices, es mía, si no le dice hoy a Sofía todo
lo que paso él se va de ella, y le destruyo toda su vida.
-Ya veo, y qué vas
hacer?
-Esperar un día para
saber que hará Santelices, luego ir a ver a Hugo Ossandón y decirle en su cara que
yo soy la dueña.
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