No puedo creerlo
ya son tres días en México, y estar en la casa que me cobijo en el momento más
espantoso. Eh caminado por los jardines mirando una y otra vez este hermoso
cielo, lo verde del césped y las tonalidades de las flores.
Todavía no puedo
creerlo, mi abuelo me espero tanto para que confiara en él, y finalmente
siempre lo supo, sólo que quería que yo le digiera. Si lo quería ahora lo
quiero mucho más.
Hable con Carmen
de todo, menos Alejandro, con él no eh podido hablar, la trato mal, le hablo de
una forma que nadie en todos sus años de servicio lo habían hecho ni siquiera
"mi padre". Alejandro muy mal hecho, es mejor de tenerla de amiga a
mi querida Carmencita. Pero lo más importante es que SI, existe el testamento.
No sabe exactamente donde esta, pero eso es un pelo de la cola, es muy fácil
saberlo.
-En qué piensas?
-En todo Kate.
-Dime Cata, que
se siente estar aqui?
-Aqui?- digo
apuntando mi asiento -seguridad, pero fuera de este lugar no lo sé aún.
-Te ha llamado
Alejandro?
-No, segura?
-Si Kate, por
qué?
-Me ha estado
llamando, y me dijo que no le contestas el teléfono
-Mierda, si no le
eh puesto el roaming, tiene que ser por eso- tomo mi celular y lo activo, a los
segundos mi teléfono celular pareciera que explotara, 80 llamadas pérdidas, 20
mensajes de texto y para qué hablar de whatsapp, cada uno de sus mensajes me
dice lo mucho que me ama y que sólo quiere verme, pero los últimos son
exigencias que me causan risa, "dónde estás" "Contesta"
"me estoy desesperando" "Sino me hablas prometo ir a la hacienda
y raptarte aunque me mate Carmen"
-Lo llamare- le
digo a Kate
-Ok llámalo que a
mí me tiene aburrida con tantas llamadas- me dice burlándose de mí.
-Vale le dire que
no te llame más.
Le llamo y me
contesta al primer timbrazo.
-Nena, por fin,
que te ha pasado, que no me haz contestado?
-Disculpa amor, es
que tenia apagado el roaming.
-Te dio mi recado
Kate.
-Claro, y dices
que la dejes de llamar.- se rie al otro lado del telefono
-Ese no.
-Cómo?
-Se olvido
entonces, es mejor que vengas, tu padre, está empeorando.
-Hoy?, Alejandro
yo...
-Amor, ya ha pasado
veinte años, sé que es díficil y no estarás sola, yo estaré contigo te lo
prometo.
-Nose, es
difícil.
-Catalina, por
favor.
-Mañana a primera
hora, te lo prometo.
-Bueno amor,
mañana.
El día paso muy,
pero muy lento, mañana me enfrentaría a "mi padre" a ese ser
despreciable que me arruino la vida, que me refugie en el odio para sobrevivir,
que no confíe en nada ni en nadie, y que ahora probablemente esté involucrado
en la muerte de mi abuelo.
Salí un rato de
la hacienda, fuimos con Kate a la ciudad, y pase a ver autos, ya era hora de
cambiar, y si me quiero enfrentar a él, es mejor que lo haga con poder y
decisión.
Kate como siempre
se enamoro de un jeep, aunque no puedo mentir me gustan, pero quiero imponerme
y que me miren con respeto, no como la niñita que salió huyendo, llena de
miedos, de vergüenza.
Y ahí estaba, esperándome,
ese hermoso auto, de color negro, era como me llamara.
Hable con el
vendedor, pero no escuchaba nada, hasta que dijo el precio, casi me caí, pero
todos estos años de ahorrar habían rendido sus frutos, estarían muy bien
invertidos.
Fuimos al centro
comercial con Kate, a comer algo, yo como tenía el estómago anudado preferí una
ensalada cesar, con un jugo natural, Kate que siempre come todo lo que quiere
sin preocuparse de nada, prefirió comida china, con wantan y arrollados
primavera, con una gran gaseosa.
La mire con
envidia, yo mire mi ensaladita, porque tenía el estomago apretado, y estaba
llena de miedo, mañana sería un día lleno de enfrentamientos.
Iba de vuelta a
la casa en mi camaro negro, escuchando la música muy fuerte, de ludacris,
necesitaba una inyección de adrenalina, y autopista seria aquella inyección, lo
malo que Kate se puso a gritar como loca cuando sobre pase la barrera de los
cien kilómetros por hora, tuve que bajar la velocidad, es extraño sentir el
aire de mi país, es como si nunca pertenecí aqui.
Cuando estoy
llegando a la entrada de la Hacienda Amanda, los vigilantes me detienen, claro
salí sin auto y volví con uno. Me sonrió, bajo con cautela el vidrio del
piloto, y dejo ver uno de mis ojos al vigilante mientras mis labios tuercen una
sonrisa.
-Señorita
Santelices, no le conocimos.
-No te preocupes,
era obvio, salí sin auto y ahora vuelvo con uno.
-Adelante- corre
a los portones abriéndolos de par en par, arranco el motor de mi auto, y llego
a la entrada de la mansión.
Como era de
esperarse Carmen sale corriendo, a ver el auto. Y verle su cara de sorpresa y
emoción, fue el mejor premio que podría haber obtenido.
-Pero mi niña, y
esto?- sus manos estaban en su boca.
-Un auto, mi
Carmen, ves o no los conoces- me pega en el brazo, Carmen medirá un metro
cincuenta?, es pequeña, pero me gusta.
-Pero este auto
es como de hombre, mi niña- Kate se rie
-Carmen, y eso
que no has visto su departamento- Carmen me mira intrigada, en realidad.
-Bueno, dejemos
mi depa a un lado. Entremos a la casa mejor.
Entramos a la
casa, Carmen aún no sabe que iré a ver a Santelices, es mejor que se lo diga
para que no se infarte.
-Ya niñas a
sentarse tienen que tomar el té.- Nos miramos con Kate y ambas gritamos al
unísono
-¡NO!
-Pero como?,
tienen que comer.
-Carmencita
comimos en un centro comercial, pero si te queda pastel, yo comería, y tu Kate?
-Yo me apunto
-Así me gusta, salen
dos pedazos de pastel de piña
-¡ÑAMI!- gritamos
las dos.
Después de comer como
cerdas, es hora de hablar con Carmen. Voy a la cocina en busca de este ángel, que
tiene cola de diablo.
-Carmen tengo que
hablar contigo- sigue lavando la loza
-Dime niña Catalina.
-Necesito el arma
de mi abuelo- la pobre casi le da un infarto, deja de lavar y me mira con los ojos
como plato.
-Para qué la quieres?
-Iré a ver a Santelices
mañana.
-No, no puedes ir
Catalina, no!, me niego.
-Carmen- la tomo de
los brazos -quieras o no, esto debo enfrentarlo, y para eso debe ser como yo estoy
ahora, así fría y fuerte.
-Entiendo- se seca
las manos -sigueme- me guía sin decir palabra, hasta el despacho de mi abuelo, al
abrir la puerta siento el olor a madera, es como si mi abuelo hubiese regresado,
no puedo retener una lágrima y ella recorre por mi mejilla.
-Escúchame bien Catalina,
en ese cajón se encuentra el arma de tu abuelo, te cuidado, está cargada, y la munición
esta debajo de ese cajón, cuídate. Recuerdas cómo se utiliza?.
-Claro qué se. Mi
abuelo se preocupo de eso y de enseñarme defensa personal.- Carmen asiente y se
retira.